Por Madeleine Sierra
A quién no le ha pasado que entra donde no debía, se olvida de sus líneas, tartamudea, tira un vaso, rompe algo, se cae, se resbala, improvisa sin sentido, “resuelve” de la peor manera… y a quién no le ha pasado que se castiga, se recrimina, se auto agrede, y con más aberración a equivocarse que nunca.
Esta aberración al error ocurre porque vivimos en una sociedad que (y no sé cuál sea el origen) que mira la perfección, la habilidad, la inteligencia, la genialidad, la sociabilidad, la fuerza, como “cualidades” que hacen a un ser humano “digno de pertenecer”. Entonces todo lo que sea torpe, tímido, idiota, loco o absurdo tenderá a ser rechazado. Gracias al clown todo esto, que es rechazado, se rescata, se le pone una curita y se le da una buena “shainiada”.
No hay una manera “correcta” de estar en el escenario o en la vida. Se está con lo que se Es, así o asado, todo es válido, siempre y cuando uno esté consciente y a gusto con lo que ES, conectado con cierto gozo de Ser así.